Concentrarse, con los ojos cerrados, en la región del bulbo raquídeo, y sentir que el poder de la vista, presente en los ojos, fluye a través del nervio óptico hasta la retina.
Concentrarse durante un minuto en la retina, y luego abrir y cerrar los ojos algunas veces.
Girar las órbitas oculares hacia arriba, hacia abajo, hacia la izquierda y hacia la derecha.
Luego mover los ojos de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Fijar la mirada en el punto medio entre las cejas imaginando el flujo de la energía vital, que se dirige desde el bulbo raquídeo hasta los ojos, transformando estos últimos en dos focos de luz.
Este ejercicio, por sencillo que parezca, produce beneficios tanto físicos como mentales.
Fuente: Afirmaciones de Curación | P. Yogananda
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