Si bien es
cierto que la pobreza existe en todo el mundo y que la mayoría de los recursos
y bienes materiales está en manos del 1% de la población del planeta, existen
otros tipos de pobreza que ni con riquezas materiales podríamos saciar.
Efectivamente,
hay pobreza material y pobreza espiritual. La pobreza material tal vez sea una
consecuencia de la pobreza espiritual de donde surgen todas las pobrezas y
miserias humanas que pueden existir en el mundo.
La pobreza
espiritual está relacionada con la codicia, la avaricia, la falta de caridad,
de empatía, de amor, de lealtad y de muchas cosas más hacia uno mismo y hacia
el semejante. La pobreza espiritual es muy difícil de saciar y de satisfacer,
porque para hacerlo, las personas tienen que adoptar una doctrina, una
disciplina, una filosofía y una sabiduría de vida.
Justamente,
este tipo de disciplina espiritual es la que escasea en el mundo en estos
momentos. La era moderna nos impulsa a no creer en nada más que en nosotros
mismos. La sectas en que se saquean los bolsillos de las personas y en el que
se les insertan ideas erróneas sobre la espiritualidad, abundan por donde
quiera. Prometen saciar la sed de salud, amor y perdón, pero no contribuyen en
lo más mínimo a forjar un poco de moral y ética en las personas que caen en sus
trampas.
Lamentablemente,
cada día es más frecuente encontrarme con personas que no creen o que dejaron
de creer en un Ser Todopoderoso, hay otras que comúnmente le echan la “culpa” a
la vida, a un Ser que le llaman “Dios”, y a no sé cuántas personas más, de
todos sus problemas. Tal vez, esto sea porque se depositan las expectativas
erróneas sobre ese ser todo poderoso y porque con el inmenso ego que tenemos,
nos es muy difícil reconocer que somos seres imperfectos, que cometemos muchos
errores a lo largo de la vida y que simplemente, en esta ocasión, también nos
hemos equivocado. Sin embargo, al final de cuentas, no pasa nada, porque todo
pasa y nada queda. O probablemente sí queda algo, la cicatriz de la caída, el
recordatorio para no errar nuevamente. Más aún, nuestra naturaleza siempre
testaruda, a veces nos puede hacer tropezar varias veces con la misma piedra, y
todas estas cosas no son ocasionadas por ese Dios o por un Ser Superior, al
contrario, son ocasionadas por uno mismo.
Pobreza,
mucha pobreza espiritual es expresada hoy en día por medio de la indiferencia y
del individualismo. La era de la autonomía completa, de sentir que nada ni
nadie es necesario para que yo salga adelante y cumpla mis objetivos. Yo me
vasto y me sobro. ¿No será por eso que al día de hoy las personas deprimidas y
los suicidios están a la orden del día? Por creerse uno mismo el “Todopoderoso”.
Pobreza, la
que existe en la gente que gasta su dinero en comprar muchas cosas de tendencia
y de moda, para apantallar al grupo en el que supuestamente se “desenvuelve”.
Pobreza la del hombre o mujer “popular” que cuando se le presenta un problema,
nadie de sus devotos seguidores le tiende una mano. Pobreza, la del que se le
hace lo mismo si el de a lado sufre o es feliz. Pobreza, la del que pone todo
su empeño única y exclusivamente para saciar sus apetitos materiales. Pobreza,
la del poco compartido. Pobreza, la del que piensa y cree firmemente que el
amor no existe. Pobreza, la del que busca y utiliza a otros para alcanzar sus
ambiciones. Pobreza, la del que para todo lo que le sale mal le “echa la culpa”
a todos los demás, menos a él mismo. Pobreza, la del que aparenta… y así, hay
mucha pobreza en el mundo. Y esta pobreza no es necesariamente material. Esta
pobreza es espiritual.
Vamos a
saciar esa pobreza espiritual conectando con nuestra verdadera naturaleza. Y
para ello, podemos comenzar por ejemplo, recordando todos los atributos y
cualidades que tiene un niño. Enlístalos y ahí encontrarás quién eres
verdaderamente, a qué viniste al mundo y qué tienes que hacer aquí. Porque el
niño es el que refleja al que verdaderamente lo creó, un ser más sabio que tú y
que yo, llámalo Universo, Dios, Buda o lo que sea, pero ahí, en las cualidades
del niño encontrarás tu verdadera esencia y recuperarás tu riqueza espiritual
para convertirla en riqueza material para ti y los que te rodean.
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