El silencio está poblado por innumerables seres: en los bosques, los lagos, los océanos, las montañas, y bajo tierra también, el Creador ha situado habitantes por todas partes. Incluso el fuego está habitado, el éter, el sol, las estrellas, todo el universo está habitado.
Entonces, donde quiera que vayas, a las montañas, a los bosques, a las orillas de los ríos, a los lagos o a los océanos, si quieres manifestarte como un hijo de Dios que aspira a una vida más sutil, más luminosa, no turbes el silencio de estos lugares.
Muéstrate consciente de la presencia de las criaturas etéricas que los habitan. Cuando te acerques a ellas, empieza por saludarlas, testimóniales tu respeto, tu amor, y pídeles que te den sus bendiciones. Maravilladas por tu actitud, estas criaturas, que te perciben desde lejos, acudirán a derramar sobre ti sus regalos: el gozo, la luz, el amor, la energía pura. Y volverás a tu casa con un sentimiento más vasto de la vida.
Autor: Omraam M. Aivanhov
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